Una
obra de arte puede ser detonante de nuevas percepciones espaciales e
incluso sociales, cuando su relación con el espacio escapa a la
placidez que convierte al hecho visual en mero objeto, cuando es hija
del conflicto que la rodea y gusta de exteriorizarlo. Creo que, en
este sentido, la reciente propuesta de Candelario para presentar en
la XII Bienal de La Habana, será una de las atracciones que
señalarán una de nuestras realidades más conflictivas; el acto de
ocupar,
de habitar un espacio que determina un comportamiento o estado en los
seres que lo pueblan y lo perciben.
Cuando
se menciona el nombre de este artista, es casi imposible desligarlo
de LASA (Laboratorio Artístico de San Agustín), espacio fundado en
el 2008 con el objetivo de favorecer la experimentación artística y
las intervenciones en el espacio público. De su creación a la
fecha, siempre en colaboración con Aurélie Sampeur, el proyecto ha
acogido a numerosos artistas cubanos y extranjeros ofreciendo
residencias y estimulando proyectos curatoriales. Asimismo ha
logrado, desde el enclave periférico donde se encuentra, un espacio
de difusión cultural y de inserción para sus habitantes.
La
obra de Candelario ha sido gestada desde LASA, teniendo en cuenta su
afán de irrupción en la esfera social y su condición de generar
conflicto; cuestionamientos que trasciendan lo propiamente estético.
E14 Lam
es el título de la pieza que estará emplazada en el Centro de Arte
Contemporáneo Wifredo Lam durante la Bienal; desde el rótulo
inicial el artista alienta la yuxtaposición de identidades,
insertando un espacio marginal en un sitio dedicado paradójicamente
a la legitimación.
Los
edificios modelo E14, en los que se basa la pieza, fueron una
alternativa socorrida después del triunfo de la Revolución para
satisfacer la demanda de vivienda, tomando modelos constructivos de
Europa del Este y adaptándolos al clima del trópico. El resultado
fue un conjunto de asentamientos de visualidad unitaria e impersonal,
ubicados en zonas capitalinas como Alamar, Guanabacoa y San Agustín,
donde el espacio prefabricado se convierte en alteridad social, en
mutación y prolongación del ser. De este conflicto se apropia
Candelario, confiriéndole a un edificio la categoría de escultura,
mudando el locus,
pero llevando en él una carga de subalternidad.
La
pieza, de difícil realización por sus particularidades
estructurales, ha sido realizada por un equipo multidisciplinario
donde se incluyen ingenieros, arquitectos y constructores dedicados a
su proyección y ensamblaje. El artista ha intentado respetar las
dimensiones reales del modelo, buscando que la obra no sea solo una
apropiación del objeto sino una reinterpretación del mismo, donde
se categoricen sus valores visuales. De este modo E14
Lam
constará de cuatro pisos y tendrá más de once metros de altura.
Pero
a Candelario no le interesa alentar una postura contemplativa en el
receptor, por el contrario, intenta activar una interacción con él
donde este también forme parte del proceso de intervención. De esa
manera, la primera planta del edificio podrá ser habitable y estará
decorada con mobiliario e incluso tendrá un televisor donde se
exhibirá la programación de MACSAN (Museo de Arte Contemporáneo de
San Agustín). Las tres plantas restantes serán dedicadas a
exposiciones donde se exhibirá la obra de Candelario, quien
presentará dibujos que fungen como documentación del proceso de
conceptualización y diseño de esta pieza; del mismo modo el espacio
se pondrá en función de visibilizar el trabajo de otros artistas.
El
edificio responde a una visualidad aséptica y aparece pintado
absolutamente de blanco. Como sucede en muchas zonas urbanas, la
estructura tendrá una breve área de esparcimiento, donde no faltará
el omnipresente busto martiano que distingue los jardines. El artista
no solo toma el referente, retrata además dinámicas sociales que
pueden apreciarse en cualquier vecindad; la reelaboración del tópico
es tan fáctica como sensorial.
Ante
la creciente duda sobre si realmente estaremos presenciando un
edificio o una instalación escultórica; parece certera la
proposición del propio creador, sus “aparturas” –unión de
edificio y escultura– no ceden a una clasificación unitaria y
ciertamente tampoco la merecen. Se trata de una conjunción de
environement, performance, instalación, etc.; pero más allá de una
clasificación, la obra demanda un contexto determinado, un
espectador que conozca o sufra en carne propia las dinámicas y
carencias de la cotidianidad cubana.
Después
de la Bienal se planifica hacer una subasta para vender las
“aparturas”, que se desarman con autonomía propia y pueden ser
transportables y emplazarse en otro lugar. Se trata de llevar a
cualquier sitio un trozo de periferia, de verdad social; pues la
pieza comprende que el hecho de Estar, no solo presupone un estado
físico, sino también mental.
E14
Lam
propone una concepción espacial donde el objeto final de la
intervención no es dinamitar el espacio público, sino dotarlo de
justicia y convertirlo en la propia ruptura. Creo que la obra de
Candelario, con su inusitada claridad, ofrece otro ángulo de la
estructura creativa.
Maeva
Peraza
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